Al reflexionar acerca de cuál es el interés que el
actualmente desarrollo en mi práctica profesional, considero que es el interés
práctico.
Soy profesora de violín en un programa abierto a toda
la comunidad, en el que todo aquel que quiera aprender de música puede hacerlo,
sin importar su edad o sus conocimientos musicales. En este momento, tengo
alumnos desde los 9 años hasta los treinta y más. Incluso, en tiempos
anteriores he trabajado con alumnos mayores a los 40 años.
En mi lugar de trabajo, no trabajamos con un
curriculum impuesto. El Programa trabaja bajo un modelo por competencias, es
decir, se delimitan cuáles habilidades debe el estudiante poder realizar o
ejecutar para poder pasar al siguiente nivel. Por lo tanto, cada nivel no tiene
duración predeterminada, sino que depende del avance del estudiante.
Tiempo atrás, los profesores que conformamos la
cátedra de violín del programa discutimos entre todos cuáles son las habilidades
que deseábamos que nuestros estudiantes pudieran tener al finalizar cada nivel.
No se trata de que sepan tocar una canción o pieza musical específica, sino de
desarrollar habilidades que puedan poner en práctica en otras piezas u otras
situaciones. Por ejemplo, que pueda tocar una pieza en “X” tonalidad o que
pueda tocar una pieza con ciertos ritmos determinados o que pueda demostrar que
realiza de manera correcta cambios de posición. De esta manera, los docente no
definimos en conjunto cómo cada uno va a enseñar: no hay un paso a paso, ni elección
de qué método en específico vamos a utilizar, pues cada quien tiene libertad de cátedra y libertad de tomar
sus decisiones, de acuerdo a sus estudiantes y sus posibilidades. En este
sentido, cada docente debe usar su punto de vista interpretativo de análisis
(sus juicios) para elegir cuál es la acción a emprender. Los docentes tenemos
el derecho y la obligación de darle nuestro propio significado al texto
propuesto, como lo plantea el interés emancipador.
Los docentes del Programa podemos tomar nuestras propias decisiones. |
Ya en el aula, el orden general de cómo los
estudiantes aprenden los contenidos los defino yo (por ejemplo, cuál patrón de
dedos es el siguiente a aprender), sin que eso signifique que si hay preguntas
de temas fuera de lo que estamos viendo no sean contestadas y abordadas. Esto es
porque hay debe haber un orden en cuanto a la adquisición de aprendizajes, que
les permita ir cada vez más aprendiendo nuevos conocimientos sobre los
anteriores.
Los estudiantes participan en la elección de contenidos. |
Algunas de las piezas que mis estudiantes aprenden las
elijo yo, pero otras las eligen ellos, de acuerdo a sus gustos, intereses y
posibilidades. La consigna es que ellos sugieran cuál pieza quieren tocar.
Generalmente nunca desapruebo una de sus sugerencias, a menos de que elijan
piezas muy elevadas para el nivel de ellos. Tomo la pieza que ellos desean
tocar y las arreglo, es decir, las adapto al nivel de lo que ellos pueden tocar
en este momento. Así, las elecciones han sido tan variadas que van desde
aprender a tocar “Cumpleaños feliz”, hasta piezas de “Los Beatles” y piezas de
series de animé. De esta manera, la elección de contenidos no recae únicamente
en la docente. Los estudiantes forman parte de la elección, lo cual es muy
importante en el interés emancipador.
En el desarrollo de las clases, no interesa cuánto tiempo
duremos trabajando una pieza, pues lo importante es el proceso y todo lo que se
aprendió en él. Interesa que el estudiante comprenda qué es lo que está
haciendo y por qué, de manera que pueda tomar decisiones por sí solo. Esto es
importante porque ellos idealmente deben estudiar todos los días en su casa y
como docente, no voy a estar con ellos en sus casas, diciéndoles qué está
“bien” y qué está “mal”. Deben desarrollar criterios por sí solos.
En este
sentido, Grundy (1991) plantea que el contenido del curriculum debe “estimular la interpretación y el ejercicio del
juicio a cargo tanto del alumno como del profesor, en vez de favorecer el
aprendizaje rutinario de la demostración de destrezas preespecificadas” (p.
110). Considero que en mi práctica laborar se puede observar la cita anterior. En
lo personal, no me interesa únicamente que el estudiante toque su instrumento
de manera brillante y perfecta (y que demuestre esas destrezas pre-especificadas);
interesa cómo llegó hasta ahí (su proceso de aprendizaje).
Los procesos evaluativos se dan de diversas maneras y
apoyan la idea anterior. En primer lugar se da en el desarrollo de las clases,
donde los motivo a que ellos mismos se corrijan, que den sus propios criterios
acerca de lo que acaban de tocar. Podemos hacerlo inmediatamente después de
cada ejecución, de acuerdo a lo que ellos escucharon o a veces usamos
grabaciones (en audio y video). De forma paralela, me gusta que sus compañeros
también desarrollen el sentido del criterio. Cuando deben opinar acerca de las
ejecuciones de sus compañeros, siempre les solicito que digan al menos un
aspecto positivo y al menos un aspecto a mejorar. Trata de no hablar de error o
de aspecto negativo, sino orientado hacia lo que pueden trabajar en el futuro
que les sea de provecho. También, los estudiantes reciben correcciones de mi
parte.
En clases, los estudiantes opinan y desarrollan el sentido del criterio. |
En las lecciones, hay mucho diálogo e interacción
entre docente-alumnos, lo cual es característico del interés práctico. Pueden
hacer preguntas cuando tienen dudas en cualquier momento. También, me gusta hacerles
preguntas para que ellos se den cuenta de qué es lo que están haciendo y que
comprendan los procesos detrás de sus acciones. Me gusta también que ellos
expliquen a sus compañeros. A veces si uno tiene dificultad para entender un
concepto, trato de que otro compañero sea el que le explique. Esto es un tipo
de evaluación formativa. Además, al utilizar juegos como recurso didáctico,
intercambiamos roles. Paso a ser una más que participa de la dinámica, mientras
ellos lideran la actividad o la pieza a ejecutar.
Así, trato de que el ambiente de clase proporcione
oportunidades adecuadas para el aprendizaje y la construcción de significado.
Se trata de que comprendan lo que hacen y no sea una simple ejecución mecánica. Para mí, no interesa tanto el producto final, la pieza en sí (si la ejecutó de
manera impecable al final), sino todo lo que aprendió en el proceso.
Esto tiene relación con las otras maneras de evaluar. Cada
seis meses realizamos lo que yo llamo un “control”. Yo lo llamo así porque no
me gusta que piensen que es un examen. Ese día cada estudiante presenta a un
grupo de profesores algo del material que se ha venido trabajando en el
bimestre. No tiene una calificación numérica y no determina si el estudiante
aprobó o no el bimestre. La finalidad es que entre todos los docentes demos
nuestros puntos de vista y sugerencias para mejorar en los estudiantes. Hay
aspectos que una como profesor deja de ver (por ejemplo, algún problema con la
técnica) que los otros profesores sí lo notan y pueden aconsejar con ejercicios
para mejorar. Al finalizar el control, a cada uno de mis estudiantes les doy
una hojita con los comentarios dados, los que se divide en aspectos positivos y
otros los aspectos a mejorar (como lo hicimos en clase), los comentamos en
clase y tratamos de implementar los consejos dados.
Los estudiantes participan en recitales. |
También cada seis meses realizamos un recital abierto
al público en el que presentan piezas y comparten su quehacer musical con la comunidad. A veces el repertorio lo elijo yo y en
otras ocasiones lo eligen ellos. El
criterio que se usamos es que se sientan cómodos tocando la pieza. Los
recitales los grabamos en video y luego los edito para poder verlos en la clase
siguiente para analizarlos. Comentamos además cómo se sintieron, cómo manejaron
los nervios, si tuvieron alguna dificultad en algún pasaje cómo lo resolvieron,
entre otros. Es decir, no nos enfocamos en el error ni en el producto, sino en
todo el proceso.
Sin embargo, el haber conocido acerca de los interes y su relación con la práctica educativa, me hizo reflexionar más acerca de lo que quiero para mí y para mis alumnos.
Por ello, considero que el interés que desearía practicar en mi quehacer profesional es el
interés emancipador, pues está centrado en una verdadera educación que forme personas
autónomas, que puedan desarrollar juicios críticos, reflexivos y argumentados
en su quehacer diario. Este interés busca la emancipación, pero no sobre la
libertad de los demás, aunque la emancipación sea, a fin de cuentas, una
experiencia individual. Creo que bajo este interés es posible que nuestro mundo
deje de ser tan individualizado y que cada quien deje de preocuparse solo por
su propio bienestar (o el de sus personas más allegadas). Si logramos trabajar junto
con los demás, en beneficio de todos (y no solo de unos cuantos) podemos tener
una esperanza para solucionar problemas tan grandes como la corrupción, la
contaminación ambiental, la distribución desigual de la riqueza, solo por
mencionar algunos. Bajo este interés, es posible construir y reconstruir un mundo
mejor. Es posible formar un ciudadano comprometido con lo que acontece a su
alrededor, que no espere que los demás solucionen los problemas por él mientras
se cruza de brazos. Esto es posible porque este interés une reflexión con
práctica; no existe una sin la otra.
Trabajar con el interés emancipador permite trabajar junto con los demás,en beneficio de todos, en pro de un mundo mejor. |
En el ámbito educativo, este interés promueve relaciones dialógicas
entre docente y alumno, tanto que el docente puede dejar de ser docente y
convertirse en alumno. El saber no está en manos de una sola persona y me
agrada la idea de que es posible aprender de todos en cualquier momento. No se
trata de cualquier tipo de aprendizaje, sino de aprendizajes significativos.
Una educación bajo el interés emancipador toma en cuenta los diferentes
contextos y las diversas realidades. No hablamos de una educación única, de una
visión de saber igual para todos. Pues el saber se construye en cada aula, en
cada momento de aprendizaje (sea dentro o fuera del aula).
Por último, una educación bajo este interés hará que abramos los ojos y
nos percatemos de la condición en la que vivimos hoy en día, que nos demos
cuenta de la opresión y el poder que tiene la ideología dominante (de la que
hoy es posible que no nos demos cuenta) y nos obligue a tomar partido y
acciones.
En este sentido, la educación musical no solo puede formar parte de este
proceso y no quedarse excluida sino que debe. Su papel no solo es importante sino necesario. Más allá de los beneficios personales que puede traer el aprendizaje de un instrumento musical y del aprendizaje de la música, por medio de ella es posible formar personas sensibles, que puedan trabajar en equipo, que desarrollen su sentido crítico y reflexivo de todo cuanto les rodea y que puedan unir teoría con práctica para hacer praxis.
La educación musical debe participar también de la transformación de nuestro mundo. |